Abárzuza

Sobre el nombre del pueblo, este proviene del euskera y vendría a significar ‘lugar abundante en leña’; de abar (rama en euskera), zur (madera) o tzu (sufijo abundancial) y -tza (sufijo abundancial o locativo).

En 2011 el municipio, que está situado lingüísticamente en la Zona Mixta de Navarra, adoptó una denominación cooficial en lengua vasca.

Los collazos del lugar debían abonar a la abadía una pecha anual de 400 sueldos.

Fueron numerosos los reclutamientos necesarios para desarrollar la guerra, que se repartían entre los habitantes varones del valle y su armamento declarado, y en el del 30 de junio de 1706, la localidad de Abárzuiza se vio obligada a proporcionar 90 hombres y 17 mosquetes grandes.

Todavía queda en pie la iglesia del lugar, de origen medieval pero reformada en los siglos XVI y XVII; en 1662 el albañil Juan Navarro realizó diversas reformas en la capilla mayor.

Como Muru se abstuvo y no colaboró, el Patrimonial entabló pleito, imponiéndole 70 ducados de multa por no haber acudido a componer el camino.

En las inmediaciones de la iglesia se levanta un palacio del siglo XVII, formando un gran bloque, con dos cuerpos y ático de sillarejo; el sillar se reserva a los vanos y cadenas.

Cuenta con amplio portón recto y vanos de enmarques baquetonados.

El conjunto culmina con un amplio ático reservado al Calvario, que flanquean los santos apóstoles Pedro y Pablo.

Más interesante es una construcción de la calle Legarcía con una ventana renacentista de mediados del XVI, en cuyo dintel aparece un niño desnudo con guirnaldas y blasones en los extremos.

Próximo a la casa Munárriz se encuentra un crucero de piedra del siglo XVI.

En 1728 ordenó el Real Consejo, invocando una sentencia anterior del año 1675, que a don Francisco de Abárzuza se le guardasen todas las prerrogativas y exenciones que se guardaban a los demás palacianos de su ciudad.

En este enclave situado a pocos kilómetros de Abárzuza, en la carretera a Arizala, se encuentran una iglesia y un palacio del siglo XVI, aunque ampliamente modificados en el siglo XX, ya que han sido sede de un colegio religioso.

A cuatro kilómetros del núcleo urbano de Abárzuza, se levanta este monasterio, establecimiento cisterciense que sucedió a otro de benedictinos, mencionado en un documento datado entre 1094 y 1104, en el que se menciona que el arcediano del monasterio se llama Pedro Ramírez.

El mismo año llegó una comunidad cisterciense, presidida por Nicolás, monje profeso y hermano del prelado fundador.

Favorecido con exenciones del rey Sancho VI el Sabio y legados del propio fundador, a mediados del siglo XIII poseía bienes en más de ciento veinte poblaciones del reino, distribuidas por las cuatro merindades, y en Álava y Guipúzcoa, según se comprueba por el Libro de las peytas et coylacos o Libro rubro de la abadía, redactado hacia 1257 y ampliado un siglo después.

Abandonados y derrumbados los edificios en gran medida, fueron restaurados más de cien años después por la Diputación Foral de Navarra y cedidos a los padres teatinos, quienes en la actualidad.

Del rico exorno y tesoro que debió pertenecer al cenobio no ha quedado prácticamente nada debido a los acontecimientos del siglo XIX que dejaron al monasterio en la ruina de la que se salvó en la restauración y reconstrucción llevada a cabo por la Institución Príncipe de Viana en 1942.