Homer debe hacerse cargo de llevar a algunos niños (entre los que están Bart y Lisa), y, al estar en el periódico, descubre una fiesta de despedida organizada para la crítica gastronómica, que se retiraba ese mismo día.
Homer, al ver la comida preparada para la ocasión, comienza a devorar todo lo que ve.
El editor del diario, al ver que a Homer le gustaba mucho comer, decide darle una oportunidad para contratarlo como crítico gastronómico: le pide una crítica de quinientas palabras, y, si era buena, sería incluida en el periódico.
Homer ama su nuevo trabajo, ya que Lisa armaba sus críticas y a él le pagaban por comer.
Unos días después, en Springfield se celebraría un festival gastronómico, en el cual todos los restaurantes de la ciudad presentarían stands con sus mejores platos.
Luego, buscando cualquier recurso para salvar a su padre, Lisa le dice que el pastel era bajo en calorías, y Homer, espantado, lo arroja al aire.