[4] Tanto la composición como algunos de sus elementos remiten a obras anteriores.
Así, las figuras tienen una forma serpentinata —que les da un aspecto ascendente— y el Niño Jesús aparece envuelto en brillantez y blancura —un recurso tomado de los iconos— emitiendo una luz que juega en los rostros de los personajes.
San José es idéntico —aunque en posición invertida— al de La Natividad (El Greco, Illescas) y la posición del pastor en primer plano recuerda a la de las otras Adoraciones.
En este sentido, cabe señalar: la fusión de la esfera celestial con la terrenal.
[12] Se podría decir que la pintura es animada por una energía rítmica, expresada en las posturas y gestos de las figuras, y por los fuertes contrastes entre la luz y las zonas oscuras, que realzan el sentido místico del episodio evangélico.