Alberto García Granados

En 1884 se pronunció en contra de la propuesta del presidente Manuel González al respecto del arreglo y conversión de la deuda externa con Inglaterra, la cual había sido criticada por Salvador Díaz Mirón.

Contribuyó como articulista, junto con su hermano Ricardo García Granados, en los periódicos de oposición El Demócrata y La República.

Contrario al régimen de Porfirio Díaz, decidió autoexiliarse a Europa.

A pesar de que Francisco I. Madero consideró el cambio benéfico, García Granados se opuso a la política de conciliación entre el antiguo régimen del porfiriato y el maderismo, movimiento que repudiaba.

Por lo pronto fue internado en la Cárcel de Belén y desde un principio se auguró que sería enviado al paredón.

Por cierto que el difusor de tal afirmación, falsa o verdadera, fue Querido Moheno, quien estuvo exiliado en Estados Unidos y luego en La Habana.

Pero también pudo haber ocurrido que sospechando que García Granados no había huido del país, Pablo González le haya lanzado un garlito, consistente en amnistiar en forma deliberada a López Portillo y a Olaguíbel.

Prueba de ello, es que durante el juicio sus acusadores no presentaron pruebas convincentes sobre su responsabilidad en la traición de Huerta, en la alteración del orden constitucional, ni en el crimen cometido en las personas Madero y Pino Suárez.

En virtud de ello, propuso que Madero y Pino Suárez fueran sometidos a un proceso, e incluso formuló el proyecto.

Antonio Rivera G., abogó con tanto calor por el acusado que las autoridades militares ordenaron detenerlo inmediatamente.

Aquiles Elorduy se mostró sumamente moderado en sus juicios, pero aceptó que junto con el acusado formó parte de una Defensa Social partidaria del orozquismo.

Otros testigos se limitaron a abonar la conducta del reo, presentándolo como hombre honrado y afecto al imperio de la ley.

El agente del Ministerio Público, Méndez Alarcón, pidió dos años de cárcel para García Granados.

Todo ello era la prueba irrefutable de que se rebeló contra Madero y Pino Suárez.

Vistas así las cosas, se pidió clemencia al propio Venustiano Carranza, sin resultado alguno.

Como último recurso, el abogado pidió cita al general Pablo González quien lo recibió de pie en su despacho, haciéndole ver que ya tenía todo preparado para que García Granados fuera fusilado.

Terminó diciendo que la historia juzgaría si había procedido en forma correcta o no.

Toda la noche García Granados estuvo acompañado de sus familiares y amigos.

Ya en el patíbulo, mismo al que lo acompañaron Manuel Zamacona e Inclán y Ricardo Aguirre, el ingeniero García Granados se colocó en el paredón y en forma inesperada una mujer del pueblo gritó: "¡Que caigan los traidores!"

Al recibir la descarga, el ingeniero García Granados abrió desmesuradamente los ojos girando sobre los talones y azotó contra el pavimento.

Como los médicos notaron que su corazón latía, un sargento le dio el tiro de gracia.

El dictador Victoriano Huerta flanqueado por sus ministros Francisco León de la Barra y Alberto García Granados.