Entre los cronistas, unos suponen que murió en tiempo de Valeriano, hacia el 268; otros, más probablemente, en la persecución de Diocleciano, hacia el 304.
La tradición cuenta que era un eminente ciudadano de la provincia de Caesarea en Mauretania Caesariensis (hoy Cherchell) al que se le obligó a construir estatuas de los dioses romanos.
De todas maneras, las fuerzas romanas capturaron a un pariente y, enterado de la noticia, Arcadio se entregó.
Su leyenda cuenta que sufrió una terrible muerte.
[1] Los paganos se quedaron maravillados de tanto valor y los cristianos recogieron su cadáver y empezaron a honrarlo como a un gran santo.