Algunas torres fueron utilizadas como lugares de residencia, otras tuvieron un propósito militar o combinaron ambas funciones.
Canciones y cuentos folclóricos enfatizan la función del "maestro constructor", quien, según la tradición, dirigiría a un grupo de ayudantes que hacían el trabajo.
Las piedras esquineras se incluían en el proyecto para unir las paredes y aguantar el peso de los pisos superiores.
Los materiales se elevaban con un tipo de cabestrante conocido como chIagIarg o zerazak.
Al margen de su función estructural, el pilar central (erd-bogIam) tenía importancia simbólica y religiosa en la cultura naj desde tiempos antiguos.
El ganado y los caballos eran normalmente resguardados en la planta más baja, parte del cual era vallado para el almacenamiento de grano.
Algunas torres tuvieron fosas en el esa planta para ese propósito, con paredes y fondo de piedra.
Tenía una entrada separada, a la que se accedía con una rampa de listones.
Las torres más viejas no tenían ningún tipo armario y la ropa se colgada en ganchos de metal.
En algunos lugares, como el monte Bejaila, varias torres fueron rodeadas por una muralla común para crear una pequeña fortaleza.
Las torres militares chechenas e ingusetias son similares, difiriendo sólo en tamaño y el tiempo de construcción.
No se dejaban estructuras de madera en el exterior para evitar su incendio por los asediadores.
Las torres defensivas eran normalmente culminadas con tejados piramidales construidos en pisos, coronados con una aguda aguja de piedra.
Las atalayas se erigían en la cima de acantilados para dificultar el acceso a las mismas.
Las atalayas eran a menudo construidas en ubicaciones estratégicas para controlar puentes clave, carreteras y pasos de montaña.
Todos los pisos de las torres militares estaban equipados para la observación y el combate.
Mientras que las torres permitían encerrar a unas pocas vacas y caballos, un castillo aportaba refugio para todo el ganado en tiempos de guerra.