El Banco Islámico de Desarrollo (en inglés: Islamic Development Bank) es una institución de financiación multilateral para el desarrollo, cuya sede central se encuentra en Yeda, Arabia Saudita, participada únicamente por Estados soberanos.
Los principales accionistas del banco son, por orden de mayor aportación: Arabia Saudita, Kuwait, Libia, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto, Indonesia y Pakistán.
Está autorizada a aceptar depósitos y movilizar recursos financieros de acuerdo con la Shari'ah.
El capital emitido por el banco se elevó a 4.100 millones de dinares islámicos.
[7] Por ejemplo, los Emiratos Árabes Unidos incluyeron a Islamic Relief Worldwide en la lista de organizaciones terroristas en 2014.
[9] Ni el Banco Islámico de Desarrollo ni la organización Islamic Relief Worldwide han sido nunca designados como entidad terrorista o como organización que financia el terrorismo por la ONU o el gobierno estadounidense.
El BID ha estado involucrado en la financiación de proyectos relacionados con la energía (particularmente los combustibles fósiles) y la infraestructura, que han tenido impactos medioambientales negativos.
Énfasis en infraestructura y crecimiento económico sobre bienestar social[12] Otra crítica recurrente ha sido el énfasis del BID en proyectos de infraestructura a gran escala, que los críticos argumentan que priorizan el crecimiento económico en lugar de abordar problemas sociales más profundos, como la reducción de la pobreza, la educación y la atención sanitaria.
Los críticos han argumentado que el BID podría centrarse más en programas sociales y menos en proyectos de infraestructura a gran escala.
Algunos críticos argumentan que los procesos de toma de decisiones del Banco sobre qué proyectos financiar no son lo suficientemente transparentes y no siempre incluyen la debida consulta pública.
Argumentan que, sin estos mecanismos, es difícil evaluar el verdadero impacto de sus iniciativas, especialmente en países donde la corrupción y la mala gestión pueden ser problemáticas.
Algunos críticos argumentan que, si bien el BID apoya programas específicos para mujeres y niñas, no ha tomado suficientes medidas para abordar las barreras sistémicas a la igualdad de género, particularmente en ciertos países miembros conservadores.
Además, ha habido preocupaciones de que algunos programas relacionados con el género no lleguen a las mujeres más marginadas, especialmente en áreas rurales o afectadas por conflictos.
Además, hubo críticas sobre la asignación de recursos y la distribución de vacunas, con los críticos argumentando que algunas naciones, especialmente aquellas con economías más débiles o menos poder político, recibieron menos ayuda.
Se ha puesto en marcha la primera plataforma electrónica para el mundo en desarrollo que busca conectar las innovaciones con los mercados y las finanzas.