Sin embargo, Basilio tomó un camino muy distinto, asumiendo posturas anarquistas que se verían reflejadas en su cine.
Antes de dedicarse al cine realizó estudios literarios y escribió Calle Toro, antes Generalísimo, libro que fue finalista del Premio Biblioteca Breve pero que el mismo autor no quiso publicar aunque se lo propusieron (por ejemplo, el historiador Manuel Tuñón de Lara lo quiso publicar en París).
En el encuentro, cuyo cerebro fue Ricardo Muñoz Suay, se reunieron los mejores directores del cine español de la época.
Su interés por la cinematografía de no ficción lo llevó a explorar los territorios del falso documental, como el dedicado a la matanza de campesinos libertarios en Casas Viejas o La seducción del caos (1991), con Adolfo Marsillach.
Destaca también su interés por las tecnologías audiovisuales, tanto las pioneras (posee una colección de zoótropos y linternas mágicas, instalada en la sede de la Filmoteca de Castilla y León) como las nuevas, lo que lo llevó a investigar las posibilidades del vídeo desde su aparición, así como los recursos que la imagen en 3D, los videomuros o la edición informática pueden ofrecer al creador.