Esta situación hizo que principalmente los marineros aunque también en gran medida el resto de ciudadanos de la ciudad acudieran a ella y realizaran donativos que permitieran su mantenimiento.
[1] En el siglo XVIII cobra especial importancia cuando los marineros, soldados y mandos del ejército español durante el Gran asedio a Gibraltar iban a la capilla para sus rezos diarios, así se constata la presencia pinturas representando el ataque de la lanchas cañoneras españolas y de las baterías flotantes.
[2] Tras el Gran Asedio a Gibraltar el templo cierra al culto diario y sus enseres son trasladados a la Capilla de San Antón situada en las cercanías abriendo al público únicamente los Jueves Santos.
Su fachada de estilo barroco popular con dos cuerpos alberga la única puerta del edificio enmarcada por pilastras que sostienen una cornisa con molduras.
Sobre ella se encuentra una espadaña con vano hoy ciego pero que en sus primeros años tuvo una campana.