Farmacéutico de profesión, a los 27 años se inició en la pintura tras una visión mística que le reveló que sería un gran pintor.
Desde 1890 realizó un largo viaje por el Mediterráneo (Dalmacia, Italia y Grecia), el norte de África y el Oriente Medio (Líbano, Palestina, Egipto y Siria).
Aunque su arte empezó a ser reconocido, su carácter solitario, su progresiva esquizofrenia y sus delirios religiosos le llevaron a alejarse de la sociedad.
Su arte conectó con el postimpresionismo y el expresionismo, aunque fue un autodidacta y su estilo es difícilmente clasificable.
Aun así ha pasado a la historia como uno de los más importantes pintores húngaros.