Las bateas se ordenan en grupos llamados polígonos, cuya disposición y número están controlados por las autoridades autonómicas.
Los cultivadores colocan los mejillones en las cuerdas de sus bateas o las venden a otros.
La rabiza tiene una vida media de unos 3-4 años ya que está expuesta al aire y al sol (Figueras, 1989), mientras que la cuerda grande dura una media de 5,8 años.
Esta distribución permite un adecuado flujo de agua rica en nutrientes para los mejillones impidiendo que las cuerdas se toquen unas a otras.
Se trasladan las cuerdas a los botes usando una grúa y frotan los grupos de mejillones sobre una mesa con un tamiz hecho con barras de acero que permite separarlos en distintas tallas.
Si los mejillones crecen muy rápidamente y su peso puede causar que se deslicen soltándose de la cuerda, esta operación vuelve a repetirse.
También suele hacerse cuando los cultivadores quieren que todos los mejillones tengan un tamaño similar en el momento de la cosecha.
En Galicia el crecimiento es rápido, especialmente en las áreas de las rías cercanas al océano, pudiendo alcanzar el tamaño comercial (8-10 cm) en 8 o 9 meses, aunque normalmente, el tiempo necesario para alcanzar la talla comercial es de 13 meses.
Sin embargo, si la densidad de bateas es elevada este crecimiento puede hacerse más lento.
La producción media por m² de batea alcanza los 130 kg y para una batea entera la producción oscila entre las 20 y las 100 t, con un valor medio de 47 t, siendo estos valores altamente variables.
Se eliminan los mejillones pequeños, el fango, las conchas vacías, las ascidias y otros organismos acompañantes.