Epistula Sisebuti

Este libro pronto fue conocido en toda Europa, alcanzando una gran difusión, siendo también denominado como Liber Rotarum (Libro de las Ruedas), por las distintas ilustraciones que acompañaban el texto, las cuales tenían esa forma al tratar, normalmente, sobre fenómenos astronómicos.

[3]​ Siempre difícil señalar cuales son las causas directas que motivan la realización de una obra científica.

En el año 612, hubo, además, otros dos eclipses parciales de Luna visibles desde Hispania.

Además de eso, ciertos autores ilustrados, entresacaban de la lectura del libro del Apocalipsis la posibilidad de un cercano fin del mundo, que muchos esperaban ya (algunos con menos ganas que otros), y que vendría precedido por grandes señales en el cielo, según el mismo Gregorio Magno había escrito en una carta enviada al rey anglosajón Edilberto en el año 601.

Posiblemente Sisebuto entendió que quizás dicha alarma social le podía costar cara a él.

Como hemos comentado antes, eran aquellos tiempos fáciles para el cambio rápido de reyes por la vía más violenta, y cualquier excusa era buena para ello (recordemos que se supone que el mismo Sisebuto, pese a todo, acabó muriendo envenenado -según escribe Isidoro de Sevilla-, y su sucesor, su hijo de corta edad Recaredo II reinó sólo unos días).

Desde la capital del reino visigodo, se habían podido presenciar un total de seis eclipses solares parciales entre dichos años (casi uno por año).

Sisebuto, en su explicación, emplea una metáfora para aclarar los conceptos que emplea, y compara el movimiento de los astros por el cielo con una carrera de carros en torno a un punto central inmóvil (la Tierra).

Después entra en materia y pasa a explicar por qué pierde en ocasiones la Luna su brillante faz de nieve.

Evidentemente, señala, no es debido a las causas supersticiosas que muchas gentes creen.

Según él, la Luna, que carece de luz propia (lo cual le permite explicar los eclipses de Luna y también los eclipses solares) evoluciona en su órbita inviolable, a través del éter,[8]​ pero hay un determinado momento en la misma en que la Tierra le priva de los rayos del Sol -que se halla en su apogeo- al estar situada su enorme masa en medio.

Para producirse los eclipses es igual la posición del Sol, no importando que se halle sobre la vertical de la Tierra o desde un eje oblicuo.

A los eclipses solares apenas les dedica unas pocas líneas para señalar que la coincidencia entre el curso del Sol y el curso oblicuo de la Luna, hace que la segunda tape al primero, apagando momentáneamente su luz.

Si las órbitas son circulares, todos los eclipses serían anulares y nunca totales, dado que el tamaño de la Luna nunca podría tapar todo el disco solar (si la Luna puede ser tapada por la pirámide -según el autor llama al cono- de la sombra de la Tierra, su tamaño no podría jamás tapar al Sol si las órbitas fueran perfectamente circulares).

La no mención de Mercurio ni de Venus, tal vez nos puedan hacer suponer que Sisebuto creía que los mismos se hallaban situados más allá del Sol,[9]​ aunque ello es sólo una hipótesis.