A esta decisión se opusieron Jaime Girbés y otros dieciocho vecinos, que solicitaron que no se vendieran esos terrenos y llegaron al acuerdo con el Ayuntamiento de construir un Calvario en el lugar.
Así en 1910, los terrenos pasaron a dedicarse exclusivamente a Calvario, y se alzó una cruz de hierro en el interior del cementerio que representara la última estación del Vía Crucis.
En 1931, se presentó al Ayuntamiento la propuesta de desviar el tráfico, que hasta entonces atravesaba el casco urbano, por las afueras del pueblo, siendo que el recorrido elegido, cercano al ferrocarril, obligaba a derribar la antigua ermita, como se hizo en 1932.
Sin embargo, con la llegada de la Guerra Civil, no se llevó a cabo la cesión y durante el conflicto los terrenos se utilizaron como granja experimental para la cría de conejos.
Por ello se encargó al arquitecto municipal, Juan Segura de Lago, un proyecto que presentó en el año 1941.
Hay un porche delantero con tres arcos iguales y tejadillo a una sola vertiente.
En las paredes se encuentran las estaciones del Vía Crucis en relieves policromados.
En el mismo se encuentra sobre una repisa la figura a tamaño natural de Cristo, datada en 1944.