La importancia de esta finca es capital en las obras del poeta Juan Ramón Jiménez, que la evoca en obras suyas como “Platero y yo”.
Tal vez por eso o por la belleza del lugar es por lo que Juan Ramón decidió enterrar a su amado Platero junto a la casa bajo el pino centenario.
Los niños, así que iban llegando, dejaban de gritar.
¡Platero amigo¡ - le dije a la tierra-: si como pienso estás ahora en un prado del cielo y llevas sobre tu lomo peludo a los ángeles adolescentes, ¿me habrás, quizá, olvidado?
[1] Actualmente es una propiedad privada, pertenece a la ilustre familia Hernández-Pinzón.