Fue hecho prisionero y durante este encarcelamiento comenzó a reflexionar más seriamente sobre su alma.
Finalmente decidió abandonar el mundo y convertirse en fraile franciscano, debido a un sueño que tuvo al ver a san Francisco y donde el santo le dijo que debía ingresar en la orden franciscana.
No habiendo consumado el matrimonio, pidió y recibió permiso de su esposa para la anulación.
Al año siguiente fue ordenado sacerdote y llegó a ser vicario general.
En estos sermones multitudinarios, según relataba el cronista Elia Capriolo, ocasionalmente se producían «hermosos milagros», aunque también señala que «se contaba mucho más de lo que era realmente cierto».
También ejerció de inquisidor varias veces, condenando la herejía, el amor mundano y la vanidad.
Ya se habían reclutado a 100 000 hombres para tal misión y consiguieron invadir Serbia en 1455, para retomar los territorios húngaros perdidos para el momento.
Esto animó a los defensores, que consiguieron rechazar en dos ocasiones las acometidas turcas.