Tan buen político como militar, sus éxitos militares fueron efímeros pero considerados importantísimos en su momento para la Corona española.
Hombre mordaz, no fácil de hacer callar, expresaba sus opiniones con brusquedad y rotundidad y tenía un concepto absolutista del poder.
[3] Tuvo una amplia trayectoria política, pero alejada del centro del poder: embajador extraordinario en Roma (1607) y Francia (1610), virrey de Valencia (1616), gobernador del Milanesado (1618), virrey y capitán general de Cataluña (1629), y nuevamente gobernador de Milán (1630).
Miembro del Consejo de Guerra y Estado.
Derrotó a los suecos en el sitio de Rheinfelden.