Las tormentas son relativamente comunes en el Gran Desierto de Victoria, con un promedio en torno a 200-250 mm por año.
[2] Los indicios sugieren que las arenas proceden principalmente del lecho rocoso local, con muy poco transporte eólico posterior[2].
El transporte o reelaboración eólica post-terciaria ha sido mínima, sirviendo únicamente para dar forma a la arena erosionada de las rocas sedimentarias subyacentes o a los productos residuales de la meteorización del basamento local en las dunas actuales.
[3][4] En 1875, el explorador británico Ernest Giles se convirtió en el primer europeo en cruzar el desierto.
Se llevaron a cabo un total de siete pruebas importantes en Maralinga.
Tanto el gobierno federal como los periódicos australianos de la época apoyaron mucho las pruebas.
[8] También conocido como el pueblo Pila Nguru, se les considera los propietarios tradicionales de la tierra.
Debido al clima severo y el aislamiento geográfico, muchos de los colonos se han mantenido relativamente tranquilos desde entonces.
Gran parte del Gran Desierto de Victoria está cubierto de bosques abiertos, típicamente eucaliptos con un sotobosque de pasto (Triodia, principalmente T. basedownii), mulga (Acacia aneura) con otros gramíneas (Aristida y Plectrachne), o belah (Casuarina cristata) con arbustos (Maireana sedifolia, Dodenaea attenuata).
[10] La vida silvestre adaptada a estas duras condiciones incluye pocas aves o mamíferos grandes.
Las aves incluyen el cara blanca de pecho castaño (Aphelocephala pectoralis) que se encuentra en el borde oriental del desierto y en el malleefowl del Parque de Conservación Mamungari.
[11] Junto con los perros salvajes, continúan representando una amenaza importante para los mamíferos, reptiles y aves terrestres en todos los ecosistemas desérticos de Australia.
[10] El clima de la biorregión es árido con veranos cálidos a extremadamente calurosos y húmedos.
[15][16] El gran Desierto de Victoria también recibe poca lluvia que es variable e impredecible.
Los desarrollos potenciales podrían conducir a nuevas operaciones mineras, contribuyendo al crecimiento económico regional y la creación de empleo en áreas remotas.
Se espera que las empresas prioricen prácticas sostenibles, incluida la rehabilitación de tierras perturbadas y el fomento de relaciones positivas con comunidades indígenas y partes interesadas locales.