Durante los años finales del conflicto Crimea se convirtió en el último bastión del Ejército Blanco, hasta que en noviembre de 1920 cayó definitivamente en manos de los bolcheviques, que instauraron la República Autónoma Socialista Soviética de Crimea.
Sin embargo, la república impulsada por los tártaros de Crimea tuvo una vida efímera.
Con la ayuda militar del Imperio alemán, Táurida fue invadida rápidamente por la vecina República Popular de Ucrania.
En septiembre Alemania reconoció la integridad del Estado de Crimea.
Sulkiewicz fue sucedido por un gobierno de rusos liberales, encabezado por su exministro de finanzas, Solomón Krym, un caraíta crimeano que había sido diputado kadete en la primera Duma Imperial.
[1] Krym solicitó tropas a Denikin, que envió un contingente de 4500 soldados, e intentó sin éxito recuperar la parte continental de la antigua Táurida, en manos ucranianas.
Este hecho, unido a la retirada de las tropas francesas en abril de 1919 y al rechazo a los kadetes entre la población tártara hicieron que los soviéticos tomasen la península con facilidad.
Se intentó establecer una administración civil en la región, con poder legislativo y ejecutivo propio, llegando a imprimir su propia moneda, el Rublo de las FASR.
Su Consejo, que se reunía en Rostov y tenía carácter consultivo, estaba presidido por el General Aleksandr Lukomsky.
En el campo militar, sucesivas derrotas durante marzo de 1920 obligaron a las tropas de Denikin a retirarse del Don y del Kubán y replegarse hacia Crimea.
Wrangel, como comandante jefe (pravítel), formó un gobierno civil, con Aleksandr Krivoshéin como presidente del Consejo de Ministros y Piotr Struve como ministro de asuntos exteriores.
En los meses siguientes a la retirada «blanca» Crimea quedó bajo el gobierno de un Comité Revolucionario.
Al frente se situó Béla Kun, artífice de la alianza entre las tropas majnovistas y bolcheviques.