Sospechoso de ser desafecto al régimen republicano, fue encarcelado en el mismo colegio donde había estudiado.
Otras indagaciones policiales descubrieron su activa participación en el mismo, por lo que decidió asilarse en una embajada.
Durante la Segunda Guerra Mundial, ascendió a comandante y se ocupó de clasificar y decidir el destino de los muchos súbditos extranjeros que cruzaban los Pirineos.
[11] En 1945, una vez derrotada Alemania, quedó adscrito a la Sección de Información del Alto Estado Mayor, viajando a Bélgica, Francia y Suiza para informar sobre las actividades de los exiliados republicanos.
[13] En 1956, en vísperas de su ascenso a teniente coronel, obligado por la penuria de su sueldo militar y al considerar poco ético pluriemplearse para poder sacar adelante a sus cuatro hijos, solicitó el pase a la situación de supernumerario en el Ejército y trabajó durante siete años como gerente en diversas empresas.
Esta experiencia le permitió tomar por primera vez conciencia de la lamentable capacidad operativa del desmesurado ejército que mantenía España en las postrimerías del régimen de Franco.
[17] Durante poco más de un año desempeñó labores de profesorado en el CESEDEN, dirigido entonces por el teniente general Manuel Díez-Alegría y, al ser este nombrado jefe del Alto Estado Mayor, se llevó consigo a Gutiérrez Mellado, quien se convirtió en su mano derecha[18].
No en vano era la primera vez que, en las azarosas e inciertas vísperas de la transición a la democracia, con la opinión pública muy pendiente de lo que pensaban los militares, nada menos que un teniente general se comprometía abiertamente con el nuevo Estado de Derecho y exigía a sus subordinados una plena e incondicional subordinación al poder civil: «No olvidemos nunca que el Ejército, por muy sagradas que sean sus misiones, está no para mandar, sino para servir; y que este servicio, siempre a las órdenes del Gobierno de la Nación, es exclusivo para España y para nuestro Rey».
[33] Evidentemente, este proyecto reformista ha sido posteriormente retocado por los sucesivos titulares del Ministerio de Defensa, pero sus fundamentos doctrinales apenas han variado.
[40] En septiembre de ese mismo año, vistió por primera y última vez los entorchados de capitán general en el austero homenaje que le rindieron los cadetes de la Academia General Militar en el mismo patio donde había jurado bandera sesenta y cinco años antes.
En una entrevista concedida en sus últimos años, se le preguntó cómo se podía haber evitado la tragedia de la guerra civil española, contestó que fue inevitable, y aconsejó que, para no caer en partidismos, pasaran cuatro generaciones (cien años) desde 1936 antes de adentrarse los historiadores en su estudio.