De niño, como él mismo ha reconocido, no asistió a la escuela, su tiempo lo tenía ocupado en guardar vacas por la sierra, por el coteruco de Hoya Hundida en el valle de Odías, (Udías).
Vivía en un pueblo de pastores hasta que se empezaron a explotar las minas de calamina, blenda y plomo.
Muchos años después aprenderá a tocar la flauta en sus soledades inmensas, flauta que le regaló su hijo y que había encontrado en el monte un día que iba de caza.
Aunque su principal oficio fue el de ganadero y el cuidado del campo, se evadía creando trovas, a algo mejor que este trabajo bruto que he tenido en mi vida, aunque con humildad añade pero sin la suerte de saber recitar, porque hay miles de poetas y pocos recitadores pocos, como aquel González Marín.
Como dijo él mismo a Manuel Garrido Palacios: «mi vida ha sido muy esclava, ahora que estoy jubilado y más libre, en los ratos que ando segando o sembrando patatas invento romances».