Sin embargo, Picquart fue destituido por el Estado Mayor, maniobra destinada a impedir cualquier reanudación judicial del caso.
Habiendo completado ya su ciclo novelesco de Los Rougon-Macquart en veinte volúmenes, termina en este momento un tríptico, Las Tres Ciudades.
Esta carta demuestra que se organizan huidas desde la Embajada de Alemania en París.
Convencido de sus declaraciones, el teniente coronel Picquart pone sobre aviso a sus superiores.
Pero estos rehúsan reconocer públicamente el error e insisten en mantener las cosas tal cual se encuentran.
El título seleccionado por el autor en un primer momento no convencía a Georges Clemenceau ni a Ernest Vaughan, pues según las palabras de este último, lo que deseaban era «…hacer un gran titular y llamar la atención del público».
Dada la situación, la primera plana del diario debía ser claramente visible desde lejos y tener un título para que los voceadores lo gritaran en las calles.
Zola explica primero, en su introducción, las causas iniciales del error judicial al que califica como implacable e inhumano.
En la primera parte, Zola hace regresiones que llevan al lector a tres años atrás, al otoño de 1894, asistiendo a diferentes procesos judiciales en contra de Alfred Dreyfus, desde su arresto hasta su condena.
Es una novedad en la prensa de opinión, acostumbrada a ser muy moderada en la forma, donde los editoriales sobrepasan muy rara vez dos columnas en primera página.
Este dispositivo tipográfico, un poco olvidado actualmente, significó una referencia de impresión, al punto que, en reacción, la oposición a Dreyfus publica un periódico antisemita cuyo título rezaba «Psst…!», una interjección que, tomando los artificios tipográficos de «J’accuse…!», intentó remarcar el menosprecio en la réplica.
La historiografía[2][3] ha enfatizado la ruptura encarnada por « J'accuse!», contrastando significativamente con cualquier trabajo anterior periodístico de Emile Zola.
[5] Zola sabe a lo que se expone y advierte al lector de antemano.
Según la ley, se trata de un delito penal, dando lugar a una deliberación en un jurado.
La esperanza de Zola es que los jueces puedan tomar una decisión independiente del poder militar.
El caso Dreyfus se convierte en el «l'Affaire» a secas, es decir, ya no es un tema sencillo en torno a la cuestión de la justicia, sino una verdadera confrontación política y social.
[12] Scheurer-Kestner y Clemenceau son más reticentes, incluso hostiles en relación con el vicepresidente del Senado, diciendo que es arriesgado participar como jurado de la Audiencia.
El objetivo es rechazar una nueva batalla legal, la más peligrosa que se celebraría en la Audiencia, ante un jurado.
[18] En cuanto a los militares mencionados por el folleto de Emile Zola, la reacción es aún más dramática.
Estas peticiones también reúnen a los principales científicos como Émile Duclaux, director del Instituto Pasteur.
Pero la adhesión al gesto de Zola fue tardía; el reconocimiento general a su manifiesto se sitúa ya en la segunda mitad del siglo XX.
Sin embargo, no tomó ninguna resolución al respecto, absorbido por los deberes de su ministerio.
Desde 1898, Zola había recibido numerosas amenazas de muerte, pero este «caso» nunca llegó a esclarecerse.
no solo fue un giro en la obra de Zola, sino también en la historia occidental y en su propia vida.
Dichos ataques decidieron una intervención de Zola relativamente moderada en el diario Le Figaro.
Célebre escritor, pero muy cuestionado, acusado de "pornografía", señalado y condenado por la Iglesia católica (incluyendo su obra Lourdes recién publicada), y odiado por la oficialidad del Ejército (que no le perdonó su novela La debacle), Zola representa a un apátrida, no creyente, opuesto a la guerra, y detestado por la población con su artículo "¡Yo acuso...!".
[N 6] Las falsificaciones se realizan en parte por el teniente coronel Henry, pocos meses antes de su suicidio.
Lo dejó escrito en sus notas: Al concluir su artículo, Zola exige un juicio ante la Audiencia para llegar a la verdad.
La indecisión es alta en el gobierno, que se muestra renuente a llevar al escritor ante los tribunales.
El riesgo es demasiado grande si se toman en cuenta las irregularidades descubiertas objetables al juicio de 1894.