Joaquín de Barroeta-Aldamar recibió una esmerada educación tanto en España como en Francia y dominaba con soltura siete idiomas.
En el año 1823 se hallaba en París cuando Luis XVIII declaró la guerra a España.
Obtenida su libertad se retiró a Guetaria donde quedaría confinado por orden del corregidor.
Apresado y recluido en Aránzazu, al poco pudo ser liberado gracias a la intervención de amigos fieles.
En el palacio de la Diputación se conserva un retrato suyo pintado por su yerno, Benito Soriano Murillo, con una placa metálica que reza: «Excelentísimo Señor Don Francisco Barroeta de Aldamar».
Calles de Guipúzcoa y Bilbao llevan su nombre.