José Francisco de Aizquíbel

[1]​[2]​ Natural de la localidad guipuzcoana de Azcoitia, fue bibliófilo, lo que le llevó a dedicar su fortuna —«toda», según apunta López Alén en su Iconografía biográfica de Guipúzcoa— a reunir una biblioteca con un gran número de volúmenes.

[3]​ Se interesó por las ciencias naturales, y gozó de conocimientos de agricultura, sobre la que dio dictámenes e impartió conferencias en la Sociedad Económica Matritense.

[3]​ Especialmente docto en materias filológicas, llegó a poseer además de su lengua nativa, que era el euskera, otras tales como la griega, latina, árabe, española, francesa, italiana e inglesa.

«[...] encerróse en su edad madura en la casa Munárriz, de Toledo, y allí, sin más familia que una anciana sirvienta y sin más compañía que sus libros, entregóse con verdadero ardor y rara constancia al cultivo de la lengua euskara, hasta que falleció en 1865», reseña López Alén.

[4]​ Entre sus obras, se cuentan unas Observaciones á los refranes euskaros,[5]​ en las que, tal y como le encomendó la Real Academia de la Historia, analizó refranes del también guipuzcoano Esteban de Garibay;[1]​ De la lengua euskera o de los vascongados (1836); un Diccionario basco-español titulado euskeratik erderara biurtzeco itztegia (1882-1884)[1]​ con más de 120 000 voces;[5]​ otro Diccionario castellano-bascuence;[5]​ un Diccionario de etimologías bascongadas;[5]​ una Gramática general analítica del bascuence[5]​ (1838);[1]​ una versión del Nuevo Testamento en griego, latín, francés, euskera y español,[5]​ y textos sobre las «Radicales bascongadas» y «Sobre la declinación bascongada».