Por otra parte, el primer metatarsiano se desvía aproximándose a la línea media del cuerpo (adductus o aducto) y rota en varo (metatarsus varus).
La deformidad ósea produce inflamación de las partes blandas y en ocasiones se pueden presentar procesos infecciosos.
Además, generalmente se acompañan de otras alteraciones como dedos en martillo, que contribuyen a ocasionar dolor.
Por esta razón, tanto si se produce la corrección quirúrgica como si no, es absolutamente prioritario que una persona con hallux valgus use soportes plantares (plantillas)[1] para compensar el funcionamiento patomecánico del pie limitando y frenando así las fuerzas deformantes que favorecen el hallux valgus.
La utilidad de este tratamiento es reducida ya que efectúa una corrección en estática, cuando las fuerzas deformantes responsables del hallux valgus no están presentes.
Asimismo puede moldear las denominadas "juaneteras" cuya función es proteger el roce del juanete con el calzado.
A todo lo dicho hay que sumar, por supuesto, el uso de un calzado tan fisiológico como sea posible.
Es absolutamente fundamental realizar una correcta valoración clínica de la deformidad, lo que incluye explorar biomecánicamente el pie en su conjunto y en particular, hacer un esfuerzo por comprender el funcionamiento anómalo del primer segmento metatarso-digital.
En general, los procedimientos que se emplean para operar el hallux valgus son los siguientes: A pesar de existir muchas formas de intervenir los juanetes, la técnica mínima invasiva o percutánea del pie, es en general la que tiene mayores beneficios con los menores riesgos.
El tratamiento en estos casos siempre es quirúrgico, debido a que si no se corrige la alteración, con el tiempo aparecerá la deformidad ósea, con la consiguiente presión y fricción del calzado y posteriormente la aparición de artrosis de la articulación del dedo.