Los candidatos criollos, Cornelio Saavedra y Juan José Castelli, juraron su incorporación, pero el mismo día renunciaron a esa junta.
Leyva usó todo el día 24 y parte del 25 de mayo para imponer esa fórmula, o nombrar en su lugar a otros dos criollos.
Apremiado de esa forma, Leyva decidió aceptar la Junta propuesta, y firmó los nueve nombramientos.
Esa tarde, Leyva intentó su última movida: redactó rápidamente un reglamento, según el cual la Junta debía quedar subordinada al Cabildo.
Pero cuando los miembros de la Junta prestaron juramento, se apuraron a aclarar que no reconocían ese reglamento.
Sin embargo, tanto sus antecedentes como su actuación posterior parecen indicar que su intención era darle una forma legalmente correcta al proceso.
Rehusó aceptar otros cargos que le ofrecieron, excusándose de su mala salud: estaba casi ciego, y el proceso se completaría en poco tiempo.
Probablemente, no aceptó esos cargos porque sabía que la memoria colectiva lo identificaba como el último obstáculo para la Revolución de Mayo.