Línea K (Metrocable de Medellín)

[4]​ La Línea K del Metrocable se construyó en la zona nororiental de la ciudad , atravesando las comunas 1 Popular y 2 Santa Cruz.

[5]​ Al finalizar el siglo XX, estas dos comunas se destacaban por su alta densidad poblacional, con más de 400 habitantes por hectárea.

El único candidato que se comprometió con la iniciativa fue Luis Pérez Gutiérrez (2001-2004), quien resultó ganador en las elecciones de ese año.

La localización de las pilonas constituyó otro desafío, dado que se debía seleccionar su posición para causar la menor interferencia posible en una área densamente poblada.

[1]​ Se definió un trazado preliminar que contemplaba las dos estaciones intermedias, los gálibos y la ubicación de las pilonas.

[1]​ Con el comienzo de la construcción, las interfaces entre el sistema electromecánico y la obra civil se convirtieron en un reto considerable.

[1]​ La capacitación del personal realizada por el contratista fue fundamental, pero resultó ser insuficiente, lo que obligó a una intensificación y profundización de la misma.

Años después, se puede afirmar que se han superado con éxito los múltiples desafíos tecnológicos y operativos que presentó la línea K.[1]​ La línea K inicia su recorrido desde el río Medellín a la altura de la estación multimodal Acevedo hacia el este.

La Línea K del Metrocable se construyó en la zona nororiental de la ciudad, atravesando las comunas 1 Popular y 2 Santa Cruz.

En esa época, el municipio enfrentaba serias dificultades financieras a causa de las deudas contraídas para la construcción del tren metropolitano.

[15]​ La Línea K se consolidó como el eje y ejemplo para intervenciones posteriores, organizadas en el contexto del Proyecto Urbano Integral —PUI—.

Para estos individuos, el Metrocable se traduce en un beneficio significativo, ya que les facilita el acceso al centro en 20 minutos y les permite llegar a las fábricas del sur de Medellín en aproximadamente 40 minutos, pagando solo un pasaje.

No obstante, el acceso al cable puede suponer largas caminatas, frecuentemente en áreas empinadas y con un acceso complicado a las estaciones —que presentan numerosas escaleras, entre otros retos—, y las esperas en las horas de mayor afluencia pueden extenderse hasta una hora.

Por lo tanto, el tiempo ahorrado al utilizar el Metrocable varía considerablemente según los trayectos que se lleven a cabo.

Especialmente las mujeres, los jóvenes y los jubilados no consideran necesario ni atractivo gastar dinero en el transporte público, ya que todo lo que requieren se encuentra en su barrio: la familia, las oportunidades laborales y los espacios de encuentro social, entre otros.

El Metrocable ha transformado este sector urbano, que había sido históricamente asociado con el narcotráfico y la violencia.

Además, la mayoría cree que el Metrocable ha contribuido a mejorar la movilidad, la seguridad, la calidad de vida y la valorización del barrio.

La reducción en la tasa de homicidios suele ser vinculada a la llegada del Metrocable, dado que este hecho se produjo al mismo tiempo que la inauguración del sistema de cable aéreo, aunque no se puede establecer una relación causal clara y otros factores significativos también han tenido un impacto.

Los participantes de la entrevista indicaron que el Metrocable ha promovido una mejora en la oferta comercial, cultural y educativa, así como el inicio del turismo en la región.

El Metrocable facilita la conexión entre la ciudad y los residentes del sector, rompiendo con el aislamiento que anteriormente caracterizaba la vida en el barrio.

[28]​ Los pobladores del sector coinciden con la administración local en que el Metrocable ha sido un factor clave para reducir la estigmatización de los barrios en la zona nororiental.

Aunque estas representaciones se apoyan en una realidad de violencias diversas, complejas y dramáticas que han impactado a estos barrios desde, por lo menos, la década de 1980, han evolucionado hacia un cliché que se asocia fácilmente con ideas segregacionistas y clasistas.

Es importante señalar que el espacio aludido, la toponimia, está en el corazón de la afirmación del cambio; el imaginario territorializado se manifiesta en el discurso.

Sin embargo, se puede argumentar que la presencia de discursos positivos en los barrios cercanos al Metrocable representa un cambio importante en sí mismo.

Sin embargo, frente a las nuevas representaciones oficiales que la administración municipal promueve, las imágenes urbanas y los imaginarios de los ciudadanos se apegan más al pasado, mostrando resistencia a los intentos de cambio que parecen artificiales.

Tanto el trayecto en las cabinas como las estaciones del Metrocable ofrecen la posibilidad de «contemplar la ciudad en su totalidad desde otra perspectiva», desde una posición elevada.

La contemplación turística se manifiesta como una forma de consumo que no conlleva un compromiso auténtico con el lugar.

La mayoría de los habitantes lo ve como algo necesario e incluso positivo, aunque pueda generar incomodidad, descontento o resistencia.

El Metrocable se presenta como un estandarte en la promoción de una imagen urbana que busca ser competitiva en el ámbito económico y socialmente inclusiva.

A pesar de que los resultados en movilidad y bienestar son modestos, el sistema Metrocable posee un gran significado simbólico.

Línea K del Metrocable de Medellín
Línea K del Metrocable de Medellín
Línea K del Metrocable de Medellín