Pequeñísima parte de este acervo cultural se ha conservado hasta hoy día gracias a las recopilaciones que hicieron los cronistas.
Tal es el caso, por citarse solo los ejemplos más representativos, de los dramas en quechua Usca Paucar y Ollantay.
Precisamente desde esta perspectiva resultan pioneras algunas páginas de esos dos pilares del indigenismo cusqueño que son Luis E. Valcárcel y José Uriel García.
Valcárcel, con su libro Del ayllu al imperio (1925), inaugura esa manera de exaltar la grandeza de la antigua capital del Imperio que mezcla el ensayo con la prosa poética y que desde entonces se cultiva incansablemente en el Cusco.
Por lo demás, al hablar de tradición oral, es justo recordar a una de las principales informantes del padre Lira, doña Carmen Taripha, en cuya persona en cierto modo se encarna el genio creativo del pueblo quechua.
En la primera década del siglo XXI tres narradores cusqueños, que en su obra retratan tanto al Cusco urbano contemporáneo como el rural o incursionan en el pasado de la capital incaica, han recibido reconocimiento a nivel nacional.
Ellos son Enrique Rosas Paravicino, Luis Nieto Degregori y Mario Guevara Paredes.