O'Sullivan continuó reuniendo dinero por su cuenta para pagar expediciones de filibusteros, lo que finalmente le produjo problemas legales.
Pierce finalmente retiró el apoyo a Quitman y ofreció 130 millones de dólares por la isla.
El público relacionaba ahora la expansión a Cuba con la esclavitud; si el «destino manifiesto» había sido popular hasta entonces, ya no lo era tanto.
En 1892 el Partido Republicano proclamaba en su plataforma electrodal: «Reafirmamos nuestra aprobación de la doctrina Monroe y creemos que el logro del destino manifiesto de la República en su más amplio sentido.»[2] Los republicanos ganaron las elecciones y durante los siguientes 16 años se mantendrían fieles a la doctrina Monroe, mencionando a menudo el «destino manifiesto».
Tanto el público estadounidense, que había sido enfervorecido con noticias manipuladas sobre la guerra en Cuba, como el ejército estaban a favor de una intervención.
William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer mantenían una lucha por obtener una mayor circulación de sus periódicos en Nueva York.
Aunque todas estas historias falsas alimentaron en gran medida la animosidad del pueblo estadounidense hacia los españoles, no eran suficientes para provocar una guerra directa.
Sería el sensacionalismo posterior al hundimiento del USS Maine el que habría de realizar esta tarea.
En enero de 1898, el buque acorazado Maine fue enviado a Cuba por Estados Unidos oficialmente para proteger sus intereses durante la guerra.
Intestigaciones posteriores, tanto españolas como norteamericanas, han demostrado que la explosión se produjo en las carboneras, desde el interior.
[3]: 33 En los días posteriores al hundimiento del USS Maine, Hearst publicó un artículo, titulado «El barco de guerra Maine fue partido en dos por una arma secreta infernal», que contaba cómo los españoles habían plantado un torpedo por debajo del barco que detonaron desde la orilla.
Hearst publicó poco después otro artículo que contenía diagramas y planos del supuesto torpedo secreto utilizado por España.
La noticia fue republicada en todo el país, culpando a los militares españoles de la destrucción del USS Maine.
La mentira tocó la fibra sensible del pueblo estadounidense agitando la opinión pública y la frase «¡Recordad el Maine, al infierno con España!» («Remember the Maine, to Hell with Spain!») se convirtió en un eslogan agitado por quienes clamaban por la guerra.
Este corto, un año antes de que estallara la guerra, tuvo un éxito enorme y consiguió enfervorecer el sentimiento nacionalista en EE. UU.