Comenzó con la cerámica para pasar posteriormente a la escultura; aprendió el oficio con Víctor Orizaola y Benjamín Mustieles.
La familia retorna a Santander debido al fallecimiento de su padre cuando Ramón cuenta seis años.
En la segunda (1963-1972) se afianza en un estilo muy definido y característico que le distingue ya de otros escultores.
Las figuras tienen un canon alargado y una creciente expresividad con los rasgos muy marcados (cuencas de los ojos, nariz).
Las relaciones familiares y personales destacan por la incomunicación aparente donde los personajes tienen sus propios diálogos internos.
Muriedas inicia un periodo de mayor introspección e intimismo como afirman críticos como Julio Caro Baroja.