El primer testimonio escrito que relata su historia es la inscripción esculpida en su tumba por mandato del papa Dámaso I, obispo de Roma entre 366 y 384.
Un año más tarde (agosto de 258), un Senadoconsulto amplió el edicto al prescribir: Como resultado de ese edicto fueron martirizados en Roma los papas Esteban I (254-257) y Sixto II (257-258), y varios diáconos suyos, entre ellos el popular san Lorenzo, mientras que en África fue decapitado un referente indiscutido, el obispo Cipriano de Cartago.
Tarsicio le habría encomendado antes de morir que llevara la comunión a los encarcelados en lugar suyo.
El Martirologio romano manifiesta lo siguiente: «En Roma, en la Vía Apia fue martirizado Tarsicio, acólito.
Los paganos lo encontraron cuando transportaba el sacramento del Cuerpo de Cristo y le preguntaron qué llevaba.
Per meritum, quicumque legis, cognosce duorum, quis Damasus rector titulos post praemia reddit.
Iudaicus populus Stephanum meliora monentem perculerat saxis, tulerat qui ex hoste tropaeum, martyrium primus rapuit levita fidelis.
Tarsicium sanctum Christi sacramenta gerentem cum male sana manus premeret vulgare profanis, ipse animam potius voluit dimittere caesus prodere quam canibus rabidis caelestia membra.
Fue la lectura de esa novela la que inspiró a su vez otras representaciones, como la del escultor francés Falguière.
La obra hace referencia a los mártires neoclásicos, como el joven Bara pintado por Jacques-Louis David en 1794 (museo Calvet, Aviñón).