Las diferentes guerras franco-británicas del siglo XVIII a menudo implicaron a otras potencias europeas en grandes alianzas; pero, excepto en el caso de la guerra de la Cuádruple Alianza, Francia y Gran Bretaña siempre fueron enemigos.
Ahora bien, Guillermo III, considerándose el estandarte del Protestantismo, quiso combatir la monarquía católica de Luis XIV.
Un siglo más tarde, Francia y el Reino Unido fueron capaces de llegar al Entente Cordiale, demostrando, así, que tanto la primera como la segunda guerra de los Cien Años eran cosa del pasado.
Siguiendo esta lógica, comparaban el Reino Unido y Francia con las antiguas Cartago y Roma, en el contexto de las guerras púnicas, en las que Cartago era un estado del norte de África que acabó destruido por los romanos, mientras que Roma se situó como potencial principal del Mediterráneo.
Esta comparación daba a considerar que franceses y británicos eran dos pueblos tan diferentes que les resultaba imposible llegar a acuerdos pacíficos; la guerra era, al parecer por aquel entonces, la única manera de resolver sus diferencias.