La obra está dedicada a Nicolaus Seebach y la real orquesta.
Tal vez porque la Primera Guerra Mundial estaba en marcha y las oportunidades de producir nuevas óperas eran menores, volvió por última vez al poema sinfónico.
[1] El compositor consideraba esta pieza su más perfecto trabajo de orquestación.
La pieza tiene una considerable extensión de proporciones sinfónicas y sus diversas escenas se interpretan sin interrupción alguna.
Hace aquí un uso extensivo del leitmotiv, asociando cada uno de los elementos presentes (la noche, el sol, la lluvia...) a un tema musical.
Ahora comienzan el «Descenso» (una inversión del motivo «Ascenso», por supuesto), se ven atrapados en una repentina y violenta tormenta, vuelven sobre sus pasos y llegan al pie de la montaña mientras se entona de nuevo el motivo «Noche».