La tartamudez o disfemia (del griego: δυσφημία [dysfēmía] ‘mal lenguaje’) es un trastorno de la comunicación que se caracteriza por interrupciones involuntarias del habla que se acompañan de tensión muscular en cara y cuello, miedo y estrés.
Además, la tartamudez es una discapacidad muy estigmatizada, cuestionándose la inteligencia y la habilidad emocional de la persona que tartamudea.
Esto en último término puede acarrear problemas de depresión e incluso pensamientos suicidas, por lo que un adecuado tratamiento es fundamental.
La reacción del entorno del afectado es importante para la aparición de numerosos síntomas físicos asociados a la tartamudez, sobre todo en los primeros años de manifestación: tensión muscular en cara y cuello, miedo y estrés.
Nuevas investigaciones sugieren que la tartamudez podría ser un patrón de habla no convencional.
Esta idea fue sostenida hasta el siglo XIX, en que los cirujanos intentaban corregir la lengua con medios braquiales (dividiendo su raíz, cortándole cuñas, añadiendo prótesis...).
[7] Un estudio realizado por Braun confirmó lo encontrado por Fox: los tartamudos activan más el hemisferio derecho que el izquierdo para hablar.
En ninguno de los dos casos es aconsejable la intervención, que hasta puede ser contraproducente, y debemos limitarnos a proporcionar el ejemplo correcto al niño sin castigarle por sus malas articulaciones.
Su objetivo no es asignar una simple etiqueta, sino determinar los factores que están agravando el trastorno, para minimizarlos en lo posible y lograr una intervención con garantías de éxito.
[10] Usuario interactúa con una aplicación debido a una retroalimentación acústica modificada: habla en un micrófono del auricular y escucha en los auriculares su propia voz procesada según un método especial.