[7] Al cruzar la calle de Génova se encuentra el Centro Colón, construido a la par que las torres.
En ellos, vivió y escribió algunas de sus obras más importantes Benito Pérez Galdós.
A raíz de las iniciativas del Plan Castro a mediados del siglo xix, hubo una gran especulación, y es en este contexto cuando la compañía francesa Parent, Schaken et Cie compró una gran extensión de suelo para luego venderla parcelada.
[16] Ambas torres se habían planteado desde siempre con una planta rectangular, no cuadrada, dando sus frentes la de Castellana paralela a la avenida y la de Génova con estos orientados al sur.
Las escaleras se ubicaban en la parte posterior, es decir, al norte en la torre que daba a Génova y al oeste en la torre que daba a Castellana.
[17] Finalmente se optó por la opción más arriesgada: una vivienda por planta con los mejores acabados y lujos posibles.
[18] Para facilitar su comercialización se construyó una finca en Las Pueblas a tamaño real elevada sobre el terreno una planta que recreaba con fidelidad la disposición interior y los materiales utilizados a modo de «piso piloto».
La finca piloto fue empleada durante muchos años por una familia cercana a los Osinalde hasta que fue demolida.
El proyecto original de 1974, en plena crisis del petróleo, buscaba la «climatización natural y autoprotección», que se consiguió a través de vidrios inclinados para recibir la menor insolación posible.
La planta tipo de la torre tiene forma cuadrangular, pero no es un cuadrado exacto.
Cada torre está rematada por un copete verdoso cuadrangular unido por una estructura semicircular con forma de enchufe.
Espacio muy necesario debido a las ya de por sí reducidas dimensiones del solar (1700 m²).
[23] Además, gracias a la transmisión de cargas por el núcleo se pudo volar hasta 9,5 metros una de las torres sobre la calle Génova, ya que no había soportes que interrumpiesen el paso peatonal.
[25] Este modelo de estructura suspendida o colgante era novedoso porque hasta entonces solo se habían construido diecisiete torres en el mundo con este sistema, como el Commercial Union Building (hoy St.
[26] Posteriormente, la arquitectura española adoptó el modelo colgante, desarrollando en otros casos la experiencia originada en las Torres de Colón.
Dichos forjados están realizados en hormigón armado aligerado y se apoyan sobre el núcleo central a través de cartelas empotradas en este.
Mediante una plataforma temporal de apoyo o cimbra se construyeron las vigas perimetrales y radiales en dos fases.
Al realizar la fase inferior primero, pudo apoyarse la mitad superior encima de esta, ya que la cimbra no tenía resistencia suficiente para soportar el peso total.
Este sistema permitió acelerar la construcción y corregir posibles desviaciones de cotas, compensando así el sobrecoste que este estilo de construcción tiene con respecto al tradicional.
[29][30] Sea como fuere, el promotor ganó el pleito y la indemnización que debía pagarle el consistorio era tan alta[31] que en su lugar le permitió modificar el uso de residencial a terciario, es decir, albergar oficinas, lo cual era entonces mucho más rentable.
Debido a que no había espacio donde colocarla, se optó por pasar una viga entre ambas torres y colgar la escalera en el centro, al aire libre.
Sobre las clavijas del «enchufe» se sitúan algunas antenas que elevan la altura máxima hasta los 116 metros.
El resultado transformó bastante el perfil del edificio, lo hizo más alto y muy reconocible a distancia.
[41] Tras un año de obras, se reformaron los accesos, el vestíbulo, las zonas comunes, las plantas y los garajes, así como todo el sistema eléctrico del edificio.
[43] Tras la muerte del arquitecto Antonio Lamela, se supo su proyecto que recupera el diseño original del edificio: aumentar el espacio entre plantas por lo que se reduciría de 20 a 13 las actuales y por encima de la cubierta construir otras siete, quitando las antenas del enchufe y agotando los 116 metros que tiene ahora.
El proyecto, obra del arquitecto Luis Vidal, no afectará a la altura total del edificio, 116 metros, pero ganará edificabilidad al añadir esa nueva estructura e integrar, además, las dos torres, actualmente unidas por una escalera de incendios.
[49] Tras la expropiación de Rumasa en 1983, el Gobierno decidió venderlas en subasta pública para recuperar parte del agujero patrimonial que había creado.
Fue ganada por el grupo británico Heron International en 1986 que pagó 4350 millones de pesetas, imponiéndose a Juan Miguel Villar Mir, entre otros.