Se podría pensar que el clima también puede verse influido por el Sol en la misma medida, pero no es así.
Se sabe, además, que la luminosidad solar aumenta con el tiempo, un 10% cada 1000 millones de años, debido a que la presión en el interior del Sol también aumenta para compensar el paulatino agotamiento del hidrógeno (ver evolución estelar).
Como se ha dicho, a muy largo plazo llegará un momento en que el brillo solar romperá nuestro ciclo atmosférico y desencadenará un efecto invernadero descontrolado que quizá convierta al planeta en un nuevo Venus.
Sus partículas pueden escapar de la gravedad del Sol por su alta energía gracias a la alta temperatura de la corona, que a su vez resulta del campo magnético coronal.
En 1859 Richard C. Carrington y Richard Hodgson observaron por primera vez un estallido repentino de energía de la atmósfera solar, lo que más tarde se conocería como llamarada solar.
Luego George Fitzgerald sugirió que la materia expulsada de forma acelerada desde el Sol llega a la Tierra varios días más tarde.
[5] En 1910 el astrofísico británico Arthur Eddington esencialmente sugirió la existencia del viento solar, sin nombrarlo así, en un artículo sobre el cometa Morehouse.
[6] La idea nunca quedó configurada por completo, aunque Eddington también había hecho una sugerencia similar el año anterior.
Se requirieron cuatro misiones espaciales rusas y siete estadounidenses para resolver la controversia.
La prueba definitiva se obtuvo en 1962 con los datos de la sonda Mariner 2 en ruta hacia Venus.