Tuvo un papel importante en el resurgimiento de la música antigua en la Unión Soviética.
Atribuía habitualmente sus propias obras a otros compositores, normalmente del Renacimiento y del Barroco pero también de épocas más tardías, por lo general sin respetar el estilo de la época correspondiente.
Sus obras alcanzaron una gran circulación y algunas de ellas llegaron a convertirse en auténticas piezas de música folk empleadas para poner música a distintos poemas.
Unos meses después se publicó «La Ciudad de Oro», que llegó a ser un éxito de inmediato.
[1] Las más famosas de sus anónimas o falsamente atribuidas composiciones son: