Ese homicidio resultó cometido mediante un modus operandi similar a los asesinatos atribuidos al Destripador de Londres.
Tras desmayar a su víctima, el agresor le asestó feroces puñaladas en la región abdominal y genital causándole el deceso.
Culminada su pérfida agresión, escondió el cuchillo ensangrentado dentro del hueco de un árbol.
[5] En todos los casos, además, las extintas ejercían de meretrices, al igual que lo hacía la desafortunada Ellen.
Estando ya condenado a muerte, el preso escribió una carta desde la prisión de Dundee al reverendo E.J.