La tripulación de un submarino puede verse expuesta a graves problemas fisiológicos si la presión del aire en el interior es igual a la presión del agua fuera del casco: a altas presiones, el oxígeno se vuelve tóxico y peligroso.
Por lo tanto, la presión atmosférica normal se debe mantener en el interior, el casco debe soportar cualquier fuerza de presión generada por la columna de agua, y evitar la deformación permanente.
Se especula que el casco resistente del submarino Losharik está formado por varias esferas conectadas y se sabe que operó entre 2000 y 2500 metros (6600–8200 pies) de profundidad en el océano Ártico en 2012.
La exposición prolongada a esta no perturba el funcionamiento de los sistemas y dispositivos del submarino.
Los primeros submarinos nucleares fueron diseñados para operar a una profundidad de 300 metros.
Algunos submarinos de la Segunda Guerra Mundial sobrevivieron al ser forzados a atravesar la profundidad del aplastamiento, debido a una inundación o una falla mecánica.
Estos informes no son necesariamente verificables, y la mala comprensión popular de la diferencia entre la profundidad de la prueba y la profundidad del colapso puede confundir la discusión.