Dinant es saqueado y quemado por los soldados de Felipe III, los religiosos son hechos prisioneros por Carlos el Temerario y la abadía está en ruinas a su regreso.
La comunidad experimentó un siglo de recuperación, gracias a los ingresos generados por los molinos ubicados en el río.
[3] La nueva administración confisca toda propiedad eclesiástica, las órdenes religiosas se disuelven.
El período del consejo trae importantes trastornos en la vida de la abadía.
La comunidad, que está más dedicada a su papel pastoral y se convierte en un centro para encuentros religiosos y culturales, aún está activa en 2015.