Consagrada en 1178, conoce su máximo esplendor del siglo VIII al siglo XIV, llegando en poseer cuatro molinos, siete granjas y numerosas tierras en Provenza.
En 1544, con las guerras de religión, el monasterio es destruido.
El claustro es el lugar de paso que comunica las diferentes partes del monasterio.
La sala capitular, gracias a las seis bóvedas de cruz ojivales, se caracteriza por la fineza de su acústica (era la única estancia donde se permitía hablar), con el abad en el centro y la tarasca, figura del demonio, esculpida en el claustro delantero.
Un hecho inusual es que su extremo oriental litúrgico mira al norte, pues el valle estrecho y aislado en el que se encuentra no ofrecía ningún espacio para la disposición convencional.