En marzo de 1845 se agotó el plazo del último tratado firmado entre Brasil y Reino Unido y el Gobierno británico decretó, en agosto, la llamada ley Aberdeen.
Con el nombre de lord Aberdeen, del Foreign Office (el ministerio británico de Relaciones Exteriores), la nueva ley daba al Almirantazgo británico el derecho de aprisionar navíos negreros, incluso en aguas territoriales brasileñas, y juzgar a sus comandantes.
Criticada hasta en Reino Unido por pretender ser "guardián moral del mundo", en Brasil la ley Aberdeen provocó pánico entre traficantes y propietarios de esclavos y de tierras.
Caio Prado Júnior dice que, en 1846, entraron 50.324 esclavos y, en 1848, 60.000 más.
Se calcula que, hasta 1850, el país recibió 3,5 millones de africanos cautivos.
Algunos capitanes, antes de ser abordados, soltaban en el océano la carga humana.
Sabían perfectamente que el tráfico negrero debería tener fin, que la esclavitud estaba condenada, pero alegaban que tal decisión debería corresponder al Gobierno, para preservar la soberanía nacional y garantizar la seguridad interna –en verdad, su intención era extender la esclavitud lo máximo posible.
Para racionalizar el uso de la mano de obra esclava, ahora más cara, incentivaron el tráfico interno, realizado por los antiguos traficantes, quitando al esclavo de las áreas donde la agricultura decaía, como los cultivos de azúcar del litoral nordeste, para las exhaustivas labores en las nuevas regiones cafeteras en expansión del Centro-Sur, dejando para el trabajador inmigrante las demás actividades.
La estampida desconcertó a los señores esclavistas de las tierras del nordeste, que se volcaron en masa hacia el abolicionismo.
Recordó que aunque se continuara permitiendo entrar en el Imperio tal cantidad de esclavos africanos, habría un desequilibrio entre las categorías de la población —libres y esclavos—, amenazando a los primeros.
Y la llamada «buena sociedad» quedaría expuesta a «peligros gravísimos», pues el desequilibrio ya hubo provocado numerosas rebeliones (debía acordarse de los Malês, en Salvador de Bahía, en 1835).
Venidos de Alemania y de Italia, los inmigrantes, muchas veces engañados y con contratos que los hacían trabajar en régimen casi esclavista, se ocuparon del trabajo rural en la economía cafetera.
Veinticinco años después, en 1899, la proporción había pasado a ser del 7% de trabajadores negros y 93% blancos.
Progresivamente, los inmigrantes europeos asalariados sustituyeron a los esclavos en el mercado de trabajo.
El problema social se hizo una cuestión política para la élite dirigente del Segundo Reinado.
En 1839, los masones David Canabarro y Bento Gonçalves liberan esclavos durante la Guerra de los Farrapos.
Durante los últimos años de la esclavitud en Brasil, la campaña abolicionista se radicalizó con la tesis "Abolición sin indemnización" lanzada por periodistas, profesionales liberales y políticos que no tenían propiedades rurales.
En 1885, de los 400.000 ingênuos, solo 118 fueron entregados al gobierno -los propietarios optaban por liberar a los esclavos enfermos, ciegos o con deficiencias físicas-.
En 1885, el gobierno cedió y promulgó la ley Saraiva-Cotegipe, que regulaba la "extinción gradual del elemento servil".
Pocos esclavos llegaban a esta edad y ya sin condiciones de garantizar su sostenimiento, aún más que ahora necesitaban competir con los inmigrantes europeos.
Los propietarios intentarían anular la liberación, alegando haber sido engañados porque no fueron indemnizados como prometía la ley.
Las zonas recientemente desbravadas del oeste paulista se revelaban más dispuestas a la emancipación total de los esclavos.
Ricas y prósperas, ejercían gran atracción sobre los inmigrantes, más preparados para el régimen de trabajo asalariado.
A esa altura, la campaña abolicionista se mezcló con la campaña republicana y ganó un refuerzo importante: el Ejército Brasileño, que pidió públicamente no ser empleado en la captura de los fugitivos.
La decisión disgustó a los fazendeiros, que exigían indemnizaciones por la pérdida de "sus bienes".
Sin formación escolar o una profesión definida, para la mayoría de ellos la simple emancipação jurídica no cambió su condición subalterna ni ayudó a promover su ciudadanía o ascenso social.
Tal proyecto fue rechazado, toda vez que iba contra lo ya establecido en las leyes: Áurea, Sexagenarios y de Vientre Libre.