La Nota Hull fue considerada como un ultimátum por los dirigentes japoneses, y el 1 de diciembre la Conferencia Imperial daba luz verde para entrar en la guerra.
[16] Pero esta estrategia se vendría abajo tres años después con la firma del pacto germano-soviético en agosto de 1939.
[35][39] No obstante, el anuncio resultó prematuro porque la guerra sino-japonesa continuó, y en enero de 1939 Konoe tuvo que dimitir.
[39] Incluso antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial en Europa, los líderes militares mantuvieron un intenso debate sobre si Japón debía aliarse con la Alemania nazi y la Italia fascista.
Además descartaban la intervención de Estados Unidos porque, como país «históricamente aislacionista», en palabras del contraalmirante Takazumi Ika, no se atrevería a desafiar a la poderosa alianza germano-italo-japonesa poniéndose del lado de una Gran Bretaña «ya en declive».
[64] Mientras tanto, el gobierno del príncipe Fumimaro Konoe había estado negociando con la Alemania nazi la firma de una alianza militar.
[65] La iniciativa había partido del ministro japonés Matsuoka, que recibió el apoyo entusiasta del Ejército, y a principios de septiembre había llegado a Tokio Heinrich Stahmer, ayudante de Joachim von Ribbentrop, para iniciar las conversaciones.
Si Estados Unidos malinterpreta deliberadamente la verdadera voluntad de Japón, Alemania e Italia… y continúa con sus provocaciones, no nos quedará más opción que ir a la guerra».
Para intentar mejorar las relaciones con Washington, el primer ministro japonés Konoe nombró como nuevo embajador al veterano almirante Kichisaburo Nomura, que simpatizaba con las potencias occidentales, se oponía a la guerra y además era un viejo conocido del presidente Roosevelt.
Con esta postura tan desafiante, que sorprendió incluso a los militares, Matsuoka pretendía abordar las negociaciones con Estados Unidos desde una posición de fuerza pues, según él, este era el único lenguaje que entendían los estadounidenses —«si le das un puñetazo en la cara, entonces te verá como igual y empezará a respetarte», había escrito Matsuoka sobre ellos—.
En un último intento, Matsuoka solicitó que la «marcha al sur» se aplazara seis meses, pero tampoco fue aceptada la propuesta.
La prensa japonesa, por su parte, reanudó la campaña sensacionalista sobre el «cerco ABCD», presentando así a Estados Unidos y a sus aliados como los agresores que amenazaban «la paz del Pacífico» y la Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental.
[107] El 5 de septiembre por la tarde, Konoe informó del plan «Elementos esenciales…» al emperador Hirohito, quien se alarmó porque daba prioridad a la guerra frente a la diplomacia[108] y además se mostró sorprendido porque nadie le había informado de que los preparativos para la guerra estuvieran tan avanzados.
«Moviéndose cautelosamente entre sus roles divino y terrestre, el emperador escogió limitarse a recitar un poema», concluye.
[128] Cuando, en otra entrevista celebrada al día siguiente, Konoe le recriminó que los militares se tomaban «las guerras demasiado a la ligera», Tojo le respondió: «En ocasiones uno debe reunir el valor necesario, cerrar los ojos y saltar [al abismo] desde la plataforma del Kiyomizu».
Cuando Kido se reunió con Tojo tras haber aceptado el puesto, le dijo: «Debo resaltar que es deseo del emperador que, al formular la política nacional, usted no se encuentre prisionero de la resolución imperial del 6 de septiembre.
[140] El almirante Isoroku Yamamoto, jefe de la Flota Combinada, no creía que Japón pudiera ganar una guerra con Estados Unidos, pero si existía una mínima posibilidad su obligación era aprovecharla.
Tendremos que avanzar hasta Washington y firmar el tratado (es decir, dictar los términos de la paz) en la Casa Blanca».
En la reunión el primer ministro Tojo se mostró mucho más belicista que en la conferencia de enlace celebrada tres días antes.
Finalizó su alocución expresando su respeto y gratitud hacia las «almas heroicas de los muertos en combate» para proteger a su nación.
[184] Al día siguiente Kurusu, agobiado porque se agotaba el tiempo, tomó una iniciativa por su cuenta y se entrevistó con Hull para presentarle una nota personal en la que le decía que si Estados Unidos entraba en guerra en Europa Japón actuaría de forma independiente respecto de sus socios del Pacto Tripartito.
«Mi gobierno nunca lanzaría al pueblo de Japón a la guerra a instancias de una potencia extranjera; sólo aceptará la guerra como necesidad última e ineludible para mantener su seguridad y preservar la vida nacional contra una injusticia activa», decía también la nota.
Una primera dificultad para su aceptación por los representantes japoneses era que se proponía un acuerdo multilateral de no agresión que debía incluir también a Gran Bretaña, China, Países Bajos, la Unión Soviética y Tailandia, cuando solo estaban autorizados a alcanzar un acuerdo bilateral.
[154] Kurusu y Nomura tras leer el documento intentaron que Hull rebajara alguna de las demandas —como la multilateralidad del acuerdo o la retirada del apoyo a Wang Jingwei— pues sabían que su gobierno las rechazaría —como ha señalado la historiadora Eri Hotta, «el esbozo daba la impresión de que Estados Unidos estaba exigiendo a Japón una rendición incondicional sin haberle vencido en una guerra»—,[194] pero Hull se negó en redondo.
[196][197] La flota estaba compuesta por seis portaaviones, con el Akagi como buque insignia,[144] escoltados solo por dos acorazados, dos cruceros y once destructores.
[199][144] A mediodía del 27 de noviembre, un día después de que la flota que iba a atacar Pearl Harbor hubiera zarpado en secreto —ni siquiera el primer ministro Hideki Tōjō conocía los detalles—, llegó la Nota Hull al Gobierno japonés.
Aunque todos estaban en contra de la guerra, solo el almirante Mitsumasa Yonai, cuya oposición a la firma del Pacto Tripartito había provocado su caída en julio del año anterior, se atrevió a hablar claramente: «Les pido que me disculpen por expresar mi opinión con crudeza, pero creo que no debemos caer en la miseria absoluta en nuestro esfuerzo por evitar una miseria gradual».
«¿No deberíamos esperar hasta que llegaran las dificultades e intentar salir ahora de este punto muerto?», se preguntó.
En un momento determinado Hull dejó de leer el documento que le habían entregado los representantes japoneses y les dijo:[211][142]
[219] Después de que se hubieran marchado los dos representantes japoneses Hull los llamó «homúnculos y sinvergüenzas».