Hasta entonces la corte otomana recurría a ricos prestamistas que eran súbditos del sultán (árabes, judíos, griegos, o armenios) para obtener fondos, pero las crisis económicas de inicios del siglo XIX habían mermado el patrimonio de tales prestamistas y se hacía cada vez más difícil recurrir a ellos.
Este déficit era financiado con más empréstitos extranjeros, mediante contratos que daban grandes ventajas a los acreedores, especialmente bancos británicos y franceses.
La OPDA, basada en el antiguo sistema de capitulaciones (Ahidnâme) otorgadas por el Imperio Otomano, constituía un vasto aparato burocrático dirigido exclusivamente por los acreedores extranjeros (especialmente grandes bancos británicos, franceses, y alemanes) que operaba prácticamente independiente dentro de la propia burocracia otomana.
La OPDA desempeñó un importante papel en los asuntos financieros otomanos, sirviendo además como intermediaria para los inversionistas europeos en el Imperio.
En 1900 la OPDA financiaba numerosos ferrocarriles y otras industrias, siendo que la economía otomana quedaba dominada por capitales foráneos.