Adolphe Appia

Luego, publica en 1895, La Mise en scène du drame wagnérien (La puesta en escena del drama wagneriano) y, en 1899, La Musique et la mise en scène (La música y la puesta en escena).

En 1923, dirigió Tristán e Isolda en la Scala de Milán.

Rechazó la representación en dos dimensiones para poner en valor una puesta en escena tridimensional, porque creía que los matices de la sombra eran tan necesarios como la luz, lo que formaba cierta conexión entre el actor y su espacio de representación, entre el tiempo y el espacio.

Opuesto a los decorados históricos realistas, influenció profundamente por su obra y sus escritos a la reforma de la estética de la puesta en escena teatral de inicios del siglo XX, como aquella llevada a cabo por Jacques Copeau.

[3]​ Appia veía la luz, el espacio y el cuerpo humano como elementos maleables que podían ser unificados, lo que permitía crear una puesta en escena unificada.