Al Oerter

Sin embargo, renunció poco después ya que el tratamiento afectaba a su presión arterial y no mejoró sensiblemente su rendimiento.

Si el disco aterrizaba con la cara pintada hacia arriba, Oerter lo firmaba y se lo entregaba al comprador de la pintura.

En 2006 fundó la organización Art of the Olympians (AOTO), dedicada a promover las aptitudes pictóricas de atletas olímpicos y paralímpicos.

Oerter rechazó la idea: "He tenido una vida interesante", dijo, "y voy a salir de ella con el [corazón] que tengo.

Ya en la calificación obtuvo la mejor marca de todos los competidores, y en la final, dejó las cosas claras desde el principio, lanzando en el primer ensayo nada menos que 56,36 m, nuevo récord olímpico y su mejor marca personal hasta ese momento (ver: Resultados Melbourne 1956).

Resistió bien el resto del concurso y nadie pudo arrebatarle la medalla de oro (al final, su ventaja sobre el segundo clasificado fue de tan solo 13 cm), sorprendente en grado sumo si se considera que había acudido a los Juegos como suplente.

En 1958 se aproxima bastante, lanzando 58,12 metros, pero en 1959 tuvo que descuidar la preparación porque su trabajo como gerente en una compañía aérea no le deja demasiado tiempo.

En la calificación batió el récord olímpico en el segundo tiro, pero en la final su compatriota Rink Babka le pone las cosas difíciles; no en vano ha mejorado pocos días antes la plusmarca mundial.

Estas tres últimas plusmarcas fueron consecutivas; entre la primera y la segunda existió un plusmarquista muy efímero, el soviético Vladimir Trusenyov.

Por si esto fuera poco, ya en Tokio sufre una caída y se desgarra el brazo derecho.

Con el collar ortopédico y el brazo vendado, calma sus dolores metido en una especie de féretro, enterrado en hielo.

En la capital azteca, su compañero Jay Silvester era el gran favorito, porque había batido recientemente el récord mundial, dejándolo ya muy cerca de los 70 metros.

Oerter recuperó su récord olímpico en el tercer lanzamiento (64,78 m) y venció con más facilidad que nunca.

Al Oerter en 1960