Albert Ball

En el gran conflicto, comenzó siendo asignado a la artillería de observación, donde derribó tres aviones alemanes.

Posteriormente, por su habilidad y temperamento, le fue asignado un avión de reconocimiento.

Se le asignaron misiones peligrosas por su preferencia a volar solo y su pericia para ejecutar vuelos solitarios.

Entre sus métodos de ataque estaban el de dejar al enemigo colocarse en su cola y alejarse justo en el momento en que iba a abrir fuego; después se volvía rápidamente, poniéndose debajo del enemigo y lo atacaba en su punto débil.

Cuando fue trasladado al escuadrón 60, pilotó los Nieuport que tenían montada una ametralladora Lewis en el ala superior y cuyos disparos eran totalmente libres del obstáculo de la hélice.

En septiembre de 1916 su reputación había crecido tanto que fue condecorado con la Orden del Servicio Distinguido por el mismo rey Jorge V.

Le fueron ofrecidas labores de entrenamiento para su protección, algo que rechazó para volver al combate.

Tenía por afición cuidar su jardín personal y practicar con la ametralladora Lewis; no utilizaba goggles (anteojos) para volar ni gorra para protegerse la cabeza porque le gustaba sentir el aire en la cara.

La batalla llegó a un punto en que a Ball se le acabaron las municiones, por lo que trató de escapar haciendo volar al avíón en picado como si hubiera sido herido.

Así que terminaron saludándose, rieron y se despidieron para irse cada cual a su base.

Imagen de un Nieuport.
Tumba de Albert Ball.