La característica más común de todos estos trastornos del lenguaje es una dificultad para secuenciar correctamente letras, sonidos o movimientos.
En 1881, el neurólogo francés Joseph Jules Dejerine describe el caso de un paciente quien, tras sufrir un accidente cerebrovascular, queda sin poder leer ni escribir.
[1] Al año, describe otro caso de alexia, esta vez con una lesión en la zona medial e inferior del lóbulo occipital izquierdo que no afectaba la escritura ni mostraba trastornos afásicos.
El lenguaje del paciente puede ser normal o casi, pero si presenta alexia occipital tiene serias dificultades para denominar colores.
Esta alexia se acompaña de agrafia, pues las letras son deformes y hay errores en el deletreo.
El paciente puede copiar algunas palabras, pero su elaboración es particularmente pobre, e incluso tiende a omitir letras y elementos gramaticales.