La alfarería en la provincia de Palencia (España),[1][2] como artesanía tradicional posterior a la romanización, tuvo su origen en la herencia cultural morisca y su desarrollo está asociado a la producción cerámica de las vecinas provincias de Zamora, Burgos y Valladolid.
Su centro más importante entre el siglo XIX y parte del siglo XX fue Astudillo, y su pieza más característica, el botijo de Pasión.
[3] Continúa una modesta producción cerámica mezclando las formas tradicionales con estéticas innovadoras, pero totalmente ajenas al proceso popular histórico y su ciclo ("cochura" de las piezas en horno de leña de tipo árabe, y con alfareros que heredaron el oficio por tradición familiar directa).
[4][1] Más allá del precedente arqueológico que constituyen los restos hallados en yacimientos de la zona (pre-ibéricos, ibéricos, celtibéricos e iberorromanos),[1] los alfares tradicionales palentinos desarrollaron desde el periodo medieval una industria artesanal dirigida a satisfacer las necesidades de las faenas rurales, pastoriles o domésticas, que dado su carácter utilitario y su elemental tecnología produjo la general cacharrería de factura tosca pero muy funcional.
[4][c] A partir de 1987, el ceramista León Javier Sancho, en un moderno taller adaptado a los nuevos mercados turísticos, recuperó una alfarería prácticamente desaparecida mezclando las formas tradicionales con estéticas innovadoras.