Se encontraba a las órdenes de las autoridades municipales, y en su caso del alguacil mayor.
[3] Todo ello en un contexto en el que no existía división de poderes.
-Nadie se alborote -dijo Monipodio-, que es amigo y nunca viene por nuestro daño.
¡La bolsa ha de parecer, porque la pide el alguacil, que es amigo y nos hace mil placeres al año!
Manifiéstese la cica; y si se encubre por no pagar los derechos, yo le daré enteramente lo que le toca y pondré lo demás de mi casa; porque en todas maneras ha de ir contento el alguacil.
En cambio, en el Lazarillo se retrata a un alguacil que por cumplir su oficio pasa penalidades: —¿Justicia?