[1] Por aquel entonces el movimiento por la independencia de Egipto frente a la autoridad colonial británica estaba en pleno auge.
En 1922 Kemal Ataturk suprimió las funciones políticas del califa y su figura quedó así reducida a su valor simbólico.
La conmoción que ello causó en las sociedades islámicas del momento[2] no ha dejado de tener profundas repercusiones hasta nuestros días.
[3] Fue desprovisto de todos sus cargos y su obra no volvió a publicarse hasta muchas décadas después.
Llega a tres conclusiones fundamentales: 1.- No existe una forma de gobierno intrínsecamente islámica denominada califato.
Los musulmanes son libres para dotarse del sistema de gobierno que en cada momento elijan.
La institución del califato, defenderá Abderraziq, se ha cimentado sobre un momento histórico concreto, el de los cuatro primeros califas 'bien guiados' o ar-Rashidun que la tradición islámica ha sacralizado indebidamente.
En el año 2012 el diario Al- Sharq al Awsat publicaba una encuesta en la que la práctica totalidad de los escritores árabes sitúan la obra a la cabeza de las obras contemporáneas más influyentes.
[5] Su obra refleja una actitud nueva, desconocida u olvidada de las sociedades musulmanas durante siglos.
[6] Ese mismo enfoque es el que refleja la obra del también egipcio Taha Hussein Sobre la poesía preislámica publicada en 1926.
Hamid Enayat por ejemplo señala como la crisis del califato ha tenido un resultado doctrinal subsidiario y es la introducción de la idea del Estado Islámico como alternativa al califato el cual, desde su abolición, ha sido declarado implícita o explícitamente imposible de resucitar tanto por los secularistas turcos como por musulmanes aparentemente tan dispares como ‘Ali Abderraziq, Rachid Rida o los ulemas de al-Azhar.